5 de mayo de 2007

OTRAS HISTORIAS





EN LA OFICINA

Primer capítulo de Las Historias del Satélite.
Para mis satelucos, creadores de más de ochenta episodios y muchos más, espero
.

Galiana Caponati llegaba siempre una hora antes a su empresa de Publicidad. La oficina estaba desierta. Dejaba el bolso en el respaldo de la silla y el abrigo en el viejo perchero de madera. Encendía el ordenador y entraba con las claves de sus compañeros, vigilaba su trabajo, entraba en sus carpetas personales y anotaba con meticulosidad todos los fallos que habían cometido, para, una hora después, tratar de hacerles la vida imposible durante toda la jornada.
La oficina estaba sucia, la moqueta repleta de pequeños seres vivos, decenas de cables pelados por debajo de las mesas, ordenadores sin pantalla protectora, sillas con el respaldo roto, viejas fotos de otros tiempos en los que reinaba un buen ambiente, calendarios marcados con fechas señaladas que ninguno podría disfrutar por todo el trabajo acumulado y una televisión con la antena estropeada en la que se confundían las imágenes de la guerra con tertulias de programas basura.
Cada año, Galiana reunía al grupo de los cuatro y les recordaba que no había dinero para cambiar nada, que no era para tanto, y que allí se estaba bien. A las nueve en punto entraban por la puerta los cuatro publicistas que integraban la plantilla, serios, resignados a pasar un día en el infierno, sabían que su jefa no les dejaría en paz. Juan Carlos llevaba el pelo muy corto, hacía varios meses que Galiana le había obligado a cortárselo, alegando que no era serio que un empleado de su empresa llevara coleta. Irma trataba de ocultar su repugnancia hacia esa mujer, y comía pipas de manera compulsiva para no hablar, para no tener oportunidad de soltar todo lo que tenía guardado. Belén estaba harta de que la jefa le cambiara el nombre y la llamara Begoña, casi todos los días tenía que llamar a un montón de clientes cabreados para notificarles que la jefa no aceptaba sus presupuestos. Odiaba ese trabajo, Galiana lo sabía y disfrutaba viéndola hablar por teléfono.
Sofía era nueva en la oficina, llevaba un par de meses tratando de acostumbrarse a aquel ambiente, pero no le resultaba fácil. Tenía los nervios destrozados y se escondía en los lavabos para fumar a todas horas. Una tarde de primavera la lluvia empezó a caer con fuerza empapando los cristales de la oficina, los cuatro publicistas cruzaron sus miradas cómplices y sonrieron. Cuando terminó la jornada de trabajo, dejaron los ordenadores encendidos.
Galiana se quedó, como siempre, un rato más y empezó a buscar información en los cuatro ordenadores de sus empleados. Un relámpago iluminó la oficina y ella, asustada, se escondió debajo de la mesa. Una botella de agua ,que por descuido había quedado abierta, se derramó en el suelo y rozó uno de los cables pelados.
A la mañana siguiente, Juan Carlos, Irma, Belén y Sofía no fueron a trabajar. Sabían que nadie les esperaba en la oficina.
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